8.1.11

apuesta

Llueve, afuera y adentro de tu cuarto. Es tu casa, que era mi casa también. Es mi cuerpo, que era tu cuerpo también. No llores vos decís, es lo que tiene que ser. La inmensa relación entre el destino y la consecuencia de nuestros actos. Entre lo que decidimos y lo que nos hes dado.

Y la decisión es mía, es tuya? es el amor que se va? o es el amor que se queda pero vos te vas...? Nunca se sabe, pero los olores te llevan a ese lugar: a las caricias, a las sábanas revueltas, a los sueños. Me llevan y te llevan. Tu cama, la noche y el día como uno solo, los llantos repentinos, las manos enlazadas. Es el amor en la versión más triste.

Las pieles suaves se juntan, el abrazo siempre es perfecto, el hueco lleno, la cintura fina, el rodeo de tu pelo, la caída de tus pestañas. Miro una vez más tus lunares y siento que nunca vi a ese que siempre estuvo ahí. Todos los sentidos saben que hacer salvo la mirada, perdida en los recuerdos. Queriendo ser pasado, ciega del presente indeseado. Me tiemblan las rodillas y escribo esto, y me tiemblan las rodillas. 

Es mediodía, debería irme digo, miro toda la escena como guardándola para siempre, con los regalos de despedida, con las sábanas ya caídas pero con los pelos revueltos, con tu remera pijama, y tu cuarto devastado por la tristeza acumulada. Yo no caigo pero siento, miro la puerta y no quiero cruzarla. Sé que no voy a volver a mirarte cuando la pase, voy a cerrar de espaldas y me echaré a llorar. No. No llores.

Ya en el auto, con una sonrisa me digo que soy la persona más idiota del mundo por dejarte ir.  Luego pienso que no voy a dejarte ir. Luego siento el vacío y la angustia en el pecho de vivir las consecuencias de algo que pasó sin que me diera cuenta. Ahí se mezclan el pasado, el presente y el futuro.

Nadie sabe el sentido de las cosas, pero raramente es en estas situaciones que aparece la certeza. Es casi patético.

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