Hoy vi a la luna como a una medusa. Visualízala. Has visto alguna vez una medusa? Las hay en los acuarios y en los océanos. Estaba nadando, siguiendo a los pájaros en lo profundo de un cielo azul. Es nuevamente domingo sangriento y ella se ilumina con esa luz extraña, fuera del mundo, que tienen las medusas. La ves ahora? Ella es guardiana, protectora de la noche. Pero hoy todo anda así, alborotado, así que se la ve ya a estas horas. Son las 4 de la tarde, no debo mentir.
Apunta hacia el sol que se escapa y una libélula interesada acaba de posarse en mi cuaderno. Me recordó a la mariposa que se quedó todo un show. Esa es otra historia más bella. La libélula inquieta, con el ruido de vida frágil de mil alas batiendo, leyendo lo que escribía, voló.
Viste cómo se regodea y cómo se alborota toda la naturaleza viva hoy al viento primaveral? Es realmente un hermoso día lleno de fuerza vital y peligrosa electricidad. Todos saludan se mueven y se agitan bajo este soplar de cambio de estación. Está todo electrificado. Todo vibra al paso del viento como yo al de las manos.
Me hicieron mimos con música también y me amplifiqué adentro como un instrumento, hice mi propia caja de resonancia de emociones. Pero ya estaba sereno. El frío volvió, el sol bajó y la electricidad de la tarde se esfumó. Ya es primavera.
Hubiera sido hermoso con vos porque sentí mi propio alboroto también y esa electricidad. Y tengo la imperiosa necesidad de contártelo, de ocurrirme junto a vos, junto a tu alboroto. Hoy había ruido blanco en el aire, estática. Día de pelos parados. Hojas crispadas que sonríen de felicidad y a su vez lloran de nostalgia. Como un tango que habla de un sentimiento añejo de cosas hermosas que ya no están, de incertidumbres que entonces ya serán, y dejarán de ser entonces.
No tengo nada que decir de las flores hoy. Los perfumes estaban revueltos.
Juana Azurduy. Manuela Pedraza, Sigue, Mujeres en el río y... ser chico. Sigo siendo chico y encontrarme con mis juegos me alegró. Pensé en cosas sin sentido y luego me ocupé del mundo para entregártelo en esta carta. Y vi el naranjo sobre libertador, vi a los chingolos desesperados persiguiendo al viento entre los edificios que lo frenan. Pero nada frena al viento. Ellos lo saben. Vi como las copas de los árboles saludaban y charlaban entre ellas como señoras grandes, extasiadas de aquel mimo. Un mimo audaz, violento. No suave como la brisa de verano o la garúa helada de invierno. Un mimo a 220. Una explosión. Un escándalo. Hoy me ocupé del alboroto de la vida.Y eso me agotó.
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