8.1.12

No quiero apurar mi vaso de Fernet. No sé de qué estoy escribiendo. Recuerdo la primera vez que me puse en pedo, en la hamaca paraguaya mientras vos jugabas al ping pong. "Teneme el vaso dijiste" y me quedé dormido. Hoy ya no duermo tan fácil, no me alcanza sólo un vaso. Salí a regar en la terraza, hay nuevas amigas de Rita y Pantu (el gato) está feliz. Juega con las espinas y se revuelca sobre su propia sombra y sobre la luna. La luna igual lo riega todo, a Pantu, a Rita, a las demás, riega mi melancolía que se desborda a borbotones en recuerdos hacia la alcantarilla. Cacofonía, redundancia vocal. Imágenes que como sobras van a parar a la puerta de mi casa. Zanja. Hojas secas. Si. Los recuerdos se encuentran en la zanja, ahí está la raja entre los mundos. Los mundos de ayer y los del mañana, pero ya sin tu sonrisa. Invitaciones ninguna. Mails sin leer, cero. RSVP al evento de tal, para qué?. Tomé unos tragos largos del vaso largo de Fernet y sigo pensando en que dijiste. "No se puede ir más rápido que el tránsito". Algunos recuerdos se quedan atorados entre hojas secas y basura. No quieren ir a parar al Río. Un pasado de alegría de montaña que se pierde en añoranza del más allá. El mar. El mar allá. Ensueño de encontrar realmente un por qué de dónde y hacia dónde. Me río cómplice. Río, lleno de recuerdos. Río, lleno de besos, río de viajes por arriba y por abajo. El lecho, nuestra propia plataforma submarina hecha de mimos, escuetas y abundantes primaveras. Qué contradicción entre faldas, polleras, vestidos y la sutil desnudez, que siempre siempre nos deja pensar que podemos parar el mundo, hacernos niños y naufragar.

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