30.4.15

El Domingo

Nos encontramos en el café y lo primero que hacés es reprocharme que yo nunca me hago cargo de las cosas, que ya preparaste todo y que sos vos la que siempre tiene que tomar las decisiones. Quiero terminar con esta novela, me decís. Ya no podés más, me decís. Y yo tampoco. El mozo trae dos cortados-clientes-callados.

De noche volvemos a casa, y como en la heladera no hay nada pedimos chow fan, chow mien, y hablamos de política. Durante la charla, tal vez bajo el efecto de la cafeína de la tarde, nos besamos, nos sacamos la ropa y cogemos. Al rato suena el timbre y vas a los saltitos a buscar la comida-china-contenta.

Encendemos la tele pero los sábados a la noche no hay nada. Te amo, decís, y girás para darme la espalda. El acolchado que antes nos cubría a los dos ahora te cubre a vos sola. En la noche, mientras te dormís, miro tirado el techo-terremoto.

Se hace de día y no sé cómo hacés, pero dormiste mil horas y yo nada. A las dos de la tarde te levanto y vamos a la plaza. Nos acomodamos en un pastito y basta para mi basta para todos. Leemos. Me interrumpís para pedirme un mate y mientras te lo paso decís: qué cosa no lograrías en este mundo con ese libro de Cortázar bajo el brazo. En fin, ya conozco tu sutil-soledad-seducción. 

Al rato te ofrezco otro mate pero ya no querés, y además decís que te hacés pis. Yo vuelvo a decirte que cuando no querés más mate se dice gracias. Eso ya no me importa, decís. Dejo el termo y el mate a un costado y de pronto ya no hay sol. Se nos pasó la tarde. En la plaza todavía hay gente y el otoño te aprieta contra mí.

Qué otoño puntual, decís mientras un viento frío hace volar los libros, las hojas, las lonitas, y hace que la gente se levante. Para no volarte, vos te pegás a mi buzo canguro-canchero-caliente, te encastrás entre los huecos de mi esqueleto flaco, como todos los esqueletos-escuálidos-espantosos. Al rato me incorporo, hago por la plaza un paneo general y ahora sí, ya no hay nadie; hasta la calesita está cerrada. Te miro y me mirás, los ojos fijos en los ojos, y tus pupilas se agrandan. Ninguna foto, ninguna selfie. Solo presente-palermo-perfecto. 

Ahora decís algo que escuchamos en una película, eso de tomarse de las manos y respirar juntos, y no sé qué cosa de la sincronización de dos corazones; arriba la luna es transparente, y ya no se escucha más que un silencio-sordo-solo. Me pedís un mate y sacás del tupper dos brownies de chocolate-caricia-cianuro.

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