"EL que escribe libros, o lo es todo (el universo para sí mismo y para todos los demás) o no es nada. Y como todo no le será nunca dado a ningún hombre, todos los que escribimos libros somos nada. Somos menospreciados, celosos, nos sentimos heridos y deseamos la muerte del otro. En ese caso todos somos iguales: Banaka, Bibi, yo y Goethe.
El incontenible crecimiento de la grafomanía masiva entre los políticos, los taxistas, las parturientas, las amantes, los asesinos, los ladrones, las prostitutas, los inspectores de policía, los médicos y los pacientes, me demuestra que cada uno de los hombres, sin excepciones, lleva adentro de sí a un escritor en potencia, de modo que la humanidad podría perfectamente echarse a la calle a gritar: ¡todos nosotros somos escritores!
Y es que cada uno de nosotros teme desaparecer desoído y desapercibido en un universo indiferente y por eso quiere transformarse a tiempo en un universo de palabras.
Cuando se despierte el escritor en todas las personas (y será pronto), vendrán días de sordera generalizada y de incomprensión."
M.K.
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