21.9.11

ampelopsis

Pegada a la pared. Seca, con tierra húmeda. Seca y ya es primavera. Sus ramas se presentan caóticas en la pared, hacen las veces de venas o nervios de medianera. Enredadera. Cemento. Treinta centímetros. Nervios de medianera y el corazón en el medio, enredado. Ya no tiene hojas y aún está viva. Late por dentro.


En ciertos puntos se une a sí misma, como si buscara hacerse el amor. Tocarse y mimarse, arrimarse a su propia vejez. Acariciarse la espalda, comprobar que ya no existen sus hojas caducas. Sigue ahí, quieta, tiesa. No se cae. La gravedad no ejerce su natural propiedad sobre ella. No hay fuerza sobre este pedazo de tierra elevada que la saque de su propia trampa. Se quedó pegada. Ya no puede ni morir.


Pocos la miran, los álamos se roban casi toda la vista. Ni siquiera vamos a colgar la ropa. A la otra a la de flores la mudaron a la terraza grande, para el verano. Porque ahí es más lindo. Se está mejor y hay parrilla, hamacas paraguayas, sillones y futón. Ella lo sabe y aprieta, se aprieta más y más. Aprieta hasta lastimar. La pintura se cae.


Ella Sigue ahí, quieta, tiesa.

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