Desde
que con Andrea nos mudamos juntos, los días y las comidas se respetan unos a
otros: lunes pastapan, martes carnensalada, miércoles purépescado, jueves
tartaensalada y viernes caldopuchero. Mientras discutimos, entre el tenés que
venir a la cena con la gente del trabajo y el no me dan ni un poco de ganas,
cuando bajo la guardia para sacar de su huesito el caracú, porque hoy es
viernes, ella me dice dale, sabés que todos van a ir con sus parejas,
nunca venís. Si una chica linda pone cara de nena triste, con trompita y ojos
vidriosos, puede dominar el mundo.
Después,
lo de siempre, dejá que yo levanto, no hay problema, bueno, yo lavo, en fin,
como dos extraños; apilamos así nomás los platos en la bacha y les tiro agua en
son de paz, para que después sea más fácil lo imposible; ella, que está muy
cansada o dice que está muy cansada, se va directo a la cama; y yo, que nunca
estoy cansado, enciendo la computadora y apenas abro mi casilla de correo veo a
Jimena conectada en el chat, está sola y llueve y no sabés el día
horrible que tuve, fui al banco, deposité plata y después pasé por el súper a
comprar Procenex, en el Coto di unas vueltas medio perdida y cuando encontré el
Procenex y vi el precio se me rompió el cerebro, o el corazón, o las dos cosas,
no sé, creo que fue un ataque de pánico; le pregunto si sintió que se iba a
morir. Sí, porque no sé qué hacer con mi vida, desde que me separé me
siento sola y además no tengo trabajo estable, el tema de la plata me angustia,
y eso sumado a las diálisis del gato y a que tengo que hacerlo inyectar todos los
días, y a que la comida está cara, y el alquiler, todo me abruma y no
puedo dejar de pensar que nada sirve para nada; me quiero ir a Islandia, a
Islandia me quiero ir.
El
sábado, en casa, menú libre, libre albedrio y cada uno se arregla como puede.
Andrea se fue de compras y yo pienso que no estaría mal guardar un poco de
hambre para la noche, café con galletitasqueso y de nuevo la computadora,
Jimena que escribe gracias por la charla de ayer, me desahogué un poco.
Le pregunto si ya está mejor y sí, un poco mejor, aunque no almorcé,
me comí un chocolate y mientras me
hacía un café me acordé de vos, sabés qué creo, que aunque no te conozca te
conozco bastante, porque hablamos de cosas que no le decimos a nadie, y por
eso, porque no nos conocemos, puedo decirte que tengo buena intuición, yo sé
leer a la gente, y hasta puedo reconocer a las personas sin haber visto fotos
enteras, reconozco piernas, hombros, dedos, en la calle me pasa mucho. Eso es porque sos fotógrafa, escribo, pero ella
sigue, si te concentraras vos también podrías leer la mente. Por el
momento prefiero leer libros, le escribo; además, lo de leer la mente es
peligroso porque uno tiende a manipular, algo que le sale muy bien al jefe de
los X-men, y después, como si nada, le escribo que me gustaría conocerla en
persona. No responde.
Cinco minutos.
Una hora.
Tres horas y media.
No responde.
Tal vez
se tomó mal el comentario y se enojó, no sé, ya son las siete de la tarde y los
platos siguen sin lavarse, peligra la paz mundial y tengo que prepararme para
la cena con los amigos de mi novia; mientras caliento el café pienso en
Jimena, en por qué charlamos tanto, en por qué pensamos tanto en el otro, por
qué nos preocupamos por el otro si nunca nos vimos, por qué nunca fuimos a
tomar un café. Suena la alarma del celular: Mi amor, acordate: hoy es
la cena con la gente del laburo, ponete una camisita.
Ok.
Cuando
vuelvo a la computadora Jimena me escribió perdón, me quedé dormida,
los gatos se me tiraron encima, ronronearon y me dormí, yo también creo que
deberíamos conocernos, qué hacés hoy. Le digo que tengo que ir a una cena
con los compañeros del trabajo de mi novia y no quiero, me angustia esa gente
que seguro se va a quejar porque el delivery adentro del country aumentó no sé
cuánto por ciento, y entonces ya no podrán mandar al nene a tenis dos veces por
semana, hay que apretarse un poco, y encima no saben cómo decírselo, pobre
nene, en una de esas habrá que mandarlo a la psicopedagoga, porque este país es
un chiste, y en la oficina todos dicen que ahora, a fines de agosto,
se cae todo y no se levanta más. Jimena escribe me da hambre
leerte, tengo ganas de comer un Kung Pao de pollo, amo la comida
picante y la comida china, ¿no te parece que el nombre Kung Pao es digno de
algún héroe oriental o algo así? Si querés te llamo Kung Pao, le
escribo ¿de verdad te llamás Jimena? Ella: vamos al barrio chino, yo
sería Kung Pao, vos Chow Mien, y todos contentos.
Un
sábado arrolladitoprimavera me encantaría, pero suena la alarma del celular y
el mensaje de Andrea llega resumido:cena, laburo, camisita, acordate. Listo,
a lavar los platos, paz mundial y luego camisita que va bien tanto para un plan
como para el otro. Ya no respondo ni el chat, ni el mensaje de Andrea.
Cinco minutos
Paredes
blancas salpicadas con manchas de grasa, y la luz de tubo hace resaltar las
cosas verdes: las ojeras, las venas y el aceite de la pizzafainá; mocasines,
pantalones pinzados azules y negros, camisas rayadas de fin de semana; todo me
lleva a cerrar los ojos, todo me produce un cansancio general.
Mientras uno de los compañeros de laburo de Andrea dice que la obra que vamos a
ver es genial, que actúa no sé que mina de la tele que es jurado en uno de esos
programas de concursos, una muzzarella elástica salta y me mancha la camisa,
Andrea grita y me mira con desaprobación, respondo a su mirada y en voz alta
digo: Muzzarellísima, si sabía lo de la obra no venía, y nadie nota el tono de
broma; durante el incómodo silencio posterior me tiro sal en la mancha y me
refugio en la cerveza, con un sorbo me siento mejor, pero al bajar el vaso la
espuma forma para mí la maléfica sonrisa de Jimena.
El
domingo, no en casa sino en lo de asadosuegros, estoy en piloto automático:
para cuándo los nenes, todavía no, qué tal el trabajo, sí, ya no se puede vivir
en este país, es un desastre, la inseguridad, los precios. Después, lo de siempre, dejá que yo levanto, no hay problema,
bueno, yo lavo, en fin, cambalache y otra vez con Andrea. Los platos del sábado
están secos y limpios, garantizada la paz mundial. A escondidas borro los
mensajes de Jimena y los míos, y mientras veo la telempanada pienso que por
suerte mañana ya es lunes pastapan.
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